Lo que sucedió ayer no fue un accidente. Lo que sucedió ayer es la
macabra manifestación de una mayoría de la juventud que se suicida en
una espiral de autodestrucción. Que busquen responsabilidades, pues las
hay; y que busquen las causas y los detonantes que provocaron la muerte
de tres jóvenes, que también los encontrarán. Pero nadie va a preguntar
en alto qué está fallando. Con un 50% de paro juvenil y unas
expectativas de futuro deprimentes, ayer se llenó a reventar de jóvenes
-y muchos menores- una macrofiesta dónde alcohol, droga y desprecio
ajeno fluyó en el ambiente general. Es la normalización de la
autodestrucción. El producto residual de una educación social basada en
la psicopedagogia moderna, repleta de derechos y laxa en
responsabilidades. Ayer murieron tres jóvenes en medio del sinsentido
más degradante: entre comas etílicos, sobredosis y diversión. Ni la
muerte paró la música.
Extraído de: PINTAN BASTOS!
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