sábado, 2 de junio de 2012

El precio de la militancia.


A menudo nos preguntamos si estamos en el camino correcto, observamos al resto de la gente y nos invade una duda: ¿estamos en el camino acertado?
Pero con esto que escribo, quiero reflexionar sobre una cosa concreta: ¿merece la pena?
Está claro que este camino no es el más fácil, nuestro ideal, nuestra forma de vida, nuestra visión del mundo acarrea en numerosas ocasiones multitud de problemas. Desencuentros familiares, de pareja, prejuicos de la gente...por no hablar de la persecución y criminilización de nuestras ideas, y de cualquier acto o expresión que esté basado en ellas.


En definitiva, no es un camino de rosas en un una sociedad estancada en el inmovilismo, el consumismo y el narcisismo. Ya no existen ideas, los cimientos morales se tambalean, los principios que nos han caracterizado siempre son devorados por la cultura del "todo vale".
Además partimos con otra desventaja: nosotros somos los herederos de aquellos que fueron derrotados hace más de sesenta años.
Cargamos con ese estigma, con esa versión oficial de los vencedores, propagada durante todo este tiempo y repetida como un mantra hasta la saciedad.


Ante esto, la respuesta es: sí merece la pena esta forma de vida. Nos dirigimos hacia un futuro incierto, ya no somos dueños de nuestro destino. Pero somos Europa, un viejo continente que ha sabido sobreponerse a las tragedias más dantescas.
Nosotros, los jóvenes, debemos coger el testigo. Debemos tener un compromiso político y social, debemos hacer de la militancia una forma de vida, hacer cierto eso de "la vida es milicia".
Por eso debemos tener claros unos objetivos, hacia donde queremos ir. Europa atraviesa un momento crítico, es ahora o nunca.


Ante cualquier papel que desempeñemos en la sociedad, debemos ser modélicos. Ya sea desde el asociacionismo, desde los partidos políticos o de forma autónoma, nos debemos implicar en nuestra lucha. Saber llevar nuestro mensaje a la acción, que la palabra se convierta en hecho.
Nadie dijo que esto fuera fácil, pero como dijo uno de nuestros referentes políticos: "Las almas ardientes lo pueden absolutamente todo".

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