viernes, 6 de julio de 2012

La rebelión de los ignorantes.


No tengo ni idea de economía. Menos idea sin duda que los expertos que llevan cinco años errando en todas sus previsiones y siguen ofreciéndolas como si fueran nuevas, menos también que los políticos que consiguen agravar la situación con cada ocurrencia y mucho menos que los organismos internacionales que acuden al rescate, sin que hasta ahora hayan rescatado a nadie. Para todos ellos la solución a la crisis pasa por recortar en educación, sanidad y ciencia. Que el contribuyente cubra las pérdidas de los bancos, aunque nadie recuerda que repartieran sus ganancias. Subir los impuestos al máximo y dejar los servicios al mínimo...

Todo lo repiten con tanta seguridad, su doctrina es tan recurrida y supuestamente racional, que a veces se nos olvida que no está funcionando en ningún sitio. Ni en Portugal ni en Irlanda. Tampoco en el Reino Unido o España. Mucho menos en Grecia.

Tiene que ser casualidad que esos mismos gurús de la economía olviden mencionar el lugar que sí está saliendo de la crisis. Se llama Islandia, este año crecerá un 2,4% y tras su debacle financiera decidió hacer justo lo contrario de lo que prescriben los arriba mencionados. Es más: los islandeses hicieron justo lo contrario. Nacionalizar los bancos gestionados de forma irresponsable. Rechazar la intención de los acreedores de cobrar sus deudas en plazos que habrían arruinado su modelo social. Juzgar y condenar por "negligencia grave" a su primer ministro. Y, en el colmo de la irresponsabilidad, preguntar en referéndum sobre las medidas a tomar. Sí, a los ignorantes de sus ciudadanos.

El resultado es que Islandia está dejando atrás la crisis mientras los demás nos hundimos cada día más en ella. Cuente usted todo esto y los que saben le dirán que Islandia es una excepción y sus circunstancias muy diferentes, su población pequeña -300.000 habitantes- y su economía más flexible gracias a la posibilidad de devaluar su moneda. Como diría Groucho Marx, si no les vale el ejemplo tengo otro. Llegué a Asia cuando la región se lamía las heridas de su brutal crisis de 1997. Todos los países de la zona siguieron las instrucciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Todos menos Malasia, que casualmente también fue el primero en salir de aquella crisis. El motivo de su disidencia partía de una premisa que sigue vigente: las medidas que nos están recetando tienen como prioridad salvar el sistema que provocó la crisis en primer lugar, no a sus damnificados.

Por eso cuando hablan de rescate lo hacen pensando en los bancos, no en el trabajador despedido porque la empresa se quedó sin financiación. Cuando hablan de austeridad piensan en quienes ya la están aplicando, porque no les queda más remedio, no en los directivos que siguen repartiéndose suculentos sobresueldos. Cuando hablan de recortes piensan en aquellos que nada hicieron por provocar la crisis, no en los políticos y banqueros que tras agravarla mantienen intactos sus privilegios.

No tengo ni idea de economía. Pero años de predicciones y soluciones fallidas, de gestión mediocre y cobardía política, de demostrada inefectividad y repetidos embustes, me dan la autoridad, a mí y a todos los ignorantes como yo, para decir que una salida más digna a la crisis es posible.

David Jiménez.

Extraído de: elmundo.es

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