miércoles, 14 de diciembre de 2011

Niño con sindrome Down acusado de racismo.


¿Cómo puede mi hijo ser racista? se preguntaba la madre de Jamie, un chico con síndrome de Down y la edad mental de un niño de cinco años incapaz de comprender plenamente los cargos de “racismo” y “asalto racista” que se le atribuían, y mucho menos de entender sus consecuencias.

Para Fiona -que vive en Cumbernauld, Lanarkshire (Escocia), con su marido James, de 46 años, un contratista de telecomunicaciones, y su hija Stephanie, de 17- la palabra “pesadilla” es poco para describir el martirio que pasaron durante aquellos siete meses de 2008, inmersos en un proceso mediático, judicial y burocrático que jamás se hubieran imaginado. La situación es tan esperpéntica que sería risible de no ser por los graves perjuicios acarreados a la familia. Su historia también sirve como ejemplo preocupante de hasta qué punto la corrección política y el extremismo delirante del antirracismo institucional pueden pervertir el concepto de justicia, y convertir incidentes menores en montañas.

Lo que empezó como un simple percance entre Jamie y una chica pakistaní cuando jugaban en una zona adaptada para individuos con síndrome de Down, pronto se convirtió en una investigación penal de siete meses en la que el hijo de Fiona estuvo a punto de ser encarcelado.

Jamie tiene 18 años, pero ni siquiera sabe atarse los cordones de los zapatos, necesita ayuda en el baño, no se le puede dejar solo en casa, y duerme cada noche esperando a que su madre lo tape en la cama. Los acontecimientos que llevaron a la angustia a esta familia tuvieron su inicio en un altercado con una chica de la misma edad, también alumna en el departamento de clases especiales del colegio Motherwell en Lanarkshire, donde ambos reciben clases.

Los hechos

Los dos chicos con síndrome de Down estaban jugando, se irritaron el uno con el otro, discutieron, el chico empujó a la chica y le dijo que se fuera de su lado. La chica se lo dijo a la maestra. Los dos fueron separados y se informó a sus respectivos padres acerca del percance. Teniendo en cuenta la edad mental de ambos, estos hechos no tienen mayor trascendencia que cualquier pelea entre dos niños de cinco años en un parque infantil. Y ahí debería haberse quedado el asunto.

Sin embargo, la familia de la chica se puso en contacto con la policía y se abrió una investigación al respecto. Una semana después, Jamie fué acusado de racismo y de “ataque racista”.

“Nuestra familia ha sido sometida a una terrible presión por nada”, dice Fiona. “Es completamente ridículo que las autoridades presentaran cargos en contra de nuestro hijo, que no sólo era inocente, sino incapaz de comprender esta problemática. Cuando la policía vino para hablar con Jamie, él les dió la bienvenida con una gran sonrisa y un apretón de manos. A medida que le leían sus derechos y le preguntaban, él les daba las gracias por venir a verlo, y asentía en todo lo que le decían.” Las personas con síndrome de Down a menudo asienten simplemente para complacer a otras personas. “¿Os dais cuenta que no entiende lo que está pasando?” le preguntó Fiona a los policías, los agentes se sintieron incómodos y admitieron que no tenían formación en el tratamiento de personas con necesidades especiales, “pero el proceso oficial para entonces ya había entrado en acción. A partir de ese momento, parecía que no había nada que mi marido o yo pudiéramos hacer para detenerlo.”

La notificación

Está claro que a Fiona se le cae la baba por su hijo. Cuando recuerda esos siete meses se le llenan los ojos de lágrimas, pero ella se considera una luchadora que incluso dejó la academia de peluquería para dedicar mas tiempo al cuidado de sus hijos. Era, dice, la única cosa que podía hacer dadas las circunstancias.

En dos ocasiones -cuando Jamie tenía diez meses,y cuatro años- pasó por graves problemas médicos que auguraban lo peor. “Los hospitales se han convertido en un segundo hogar para mí durante estos años”, dice Fiona. “Me he pasado semanas , incluso meses, junto a la cama de Jamie, pero no me importa lo que los médicos dijeran, siempre he sabido que traería de nuevo a mi hijo a casa. Gracias a Dios, que siempre me ha dado la razón, negándose a rendirse incluso cuando los médicos dijeron que no había esperanza”.

Desde su adolescencia ha mejorado mucho en salud y Fiona ha visto florecer a su hijo, que asiste a un curso de habilidades en Motherwell College, “lo que me hace estar orgullosa de él. Tiene amigos, es sociable y hablador y adora a su hermana. El no tiene ningún historial de violencia ni de peleas, al contrario, es muy tranquilo y siempre tiene buen humor”. Por eso a Fiona le extrañó tanto cuando su hijo fué acusado de un incidente en el colegio: “El 4 de septiembre, recibimos una llamada diciendo que había tenido una pelea. Hablé con él, y nos dijo que no pegó a la chica, pero que sí la empujó. No tomé el caso a la ligera y le castigué sin videojuegos por unos dias”.

“Yo le creí cuando dijo que no le pegó”, cuenta James, el padre del chico, “pero no soy un padre laxo que haga concesiones por su discapacidad. Así que le reñí y le dejé claro que con los demás estudiantes hay que llevarse bien, que no es bueno discutir”.

El asunto quedó atrás, pero pasados unos dias fueron notificados por el colegio que la familia de la joven había contactado con la policía, y que ésta había preguntado a los demás estudiantes y al personal de la universidad.

“Mamá, no dejes que me lleven lejos”

“Hablé con Jamie sobre las acusaciones de “asalto racista”. En un primer momento, todo el asunto era tan ridículo que no me lo podía creer. Jamie está lejos de ser racista. No sabe distinguir las diferencias de color de piel. Pero el colegio dijo que la policía vendría a entrevistar a Jamie, y yo acepté, pensando que no pasaría nada. Yo quería que Jamie entendiera que no era bueno tener altercados con otros estudiantes, y pensé que la visita de la policía le ayudaría a entender bien este hecho. Sin embargo, tras la entrevista de la policía, unos días más tarde Jamie fue acusado de racismo y de asalto.

“Me asusté y pensé que era una locura, Jamie ni siquiera entiende las cosas como arriba y abajo, si una puerta está abierta o cerrada. Mi esposo comentó que debimos haber insistido en el retorno de los oficiales con una persona especializada en el tratamiento de personas con necesidades especiales, y quizás tal vez podríamos haber detenido el asunto en el acto.”

Los mismos agentes dijeron que el caso probablemente no llegaría a nada y que explicarían a la procuraduría fiscal que Jamie tenía síndrome de Down. Sin embargo, poco después de la visita, la familia recibió una carta de la procuraduría fiscal diciendo que las autoridades tenían evidencia suficiente para acusar a Jamie. Fué entonces cuando se desató el infierno para esta familia: “Leí la carta con las manos temblorosas, yo estaba llorando a moco tendido”, dice Fiona, “llamé a la oficina del fiscal cinco veces, pero nadie hablaba de mi caso. Fuí a la policía, y nadie parecía saber lo que estaba pasando. Habría sido capaz de reír ante tanto caos e incompetencia de no ser por el hecho de que yo sabía que, a los 18 años, Jamie es técnicamente un adulto. Estaba aterrorizada de que realmente pudiera terminar en el banquillo en un juicio por algo que no hizo.”

“Fueron meses en que vivimos con mucha presión. El punto más bajo llegó cuando estábamos viendo la televisión y Jamie empezó a llorar. Me rompió el corazón porque me hizo sentir como si yo le hubiera fallado”. Apareció en pantalla la escena de una prisión, y Jamie dijo entre sollozos: “No quiero ir a la cárcel, mamá, por favor, no dejes que me lleven lejos”. Fiona descubrió entristecida que su hijo no era del todo inconsciente de lo que pasaba a pesar de los intentos de sus padres por distraerlo del asunto. “A lo largo de esta pesadilla me he esforzado en poner una sonrisa y actuar con normalidad entorno a Jamie, para protegerlo de todo lo que estaba sucediendo. Pero esa noche, mientras sollozaba en mis brazos, no pude evitar llorar. Temía que Jamie pensara que no podríamos protegerlo, le dije que no iba a ir la cárcel, que todo saldría bien, pero ni yo misma estaba ya segura de que todo fuera a salir bien. Mi instinto natural de madre, especialmente de un niño con necesidades especiales, era tratar de protegerlo de todo a su alrededor, y allí estaba, lloranda porque estaba asustada.”

No fue hasta siete meses después del incidente inicial cuando la familia recibió una breve carta de la Procuraduría Fiscal donde se retiraban los cargos de la acusación.

Después de meses de tensión y miedo, la oficina de la procuraduría emitió una pequeña disculpa formal por las molestias causadas durante ese tiempo. Todos los cargos fueron retirados, pero esto, dice Fiona, no es suficiente, y tenía que contarlo para que estas situaciones no se vuelvan a dar.

Esta familia no solo recibió frialdad burocrática, confusión, y falta de comprensión en sus relaciones con el sistema legal mientras eran torturados durantes esos siete meses, sino también el temor a que Jamie siempre tendrá una mancha en su reputación como resultado de ser acusado de nada.

Víctimas de la locura de la corrección política.

1 comentario:

  1. Es un caso insólito que jamás debe repetirse en ningún lugar del planeta.

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